“…lo asustó la sospecha tardía de que es la vida,
más que la muerte, la
que no tiene límites.”
Gabriel Gª. Márquez, El amor en los
tiempos del cólera
Hoy estamos de luto por Gabriel
García Márquez, escritor y periodista colombiano, genio de las letras
universales (Premio Nobel de Literatura en 1982) y uno de los pilares
principales del boom de la novela hispanoamericana de los años 60.
Al igual que le ocurriera al doctor Juvenal
Urbino, uno de sus personajes de El amor en los tiempos del cólera, la memoria
de Gabo hacía años que había empezado a erosionarse, pero previamente se había
hecho una de papel con obras tan relevantes de la literatura universal como La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, Cien años
de soledad, El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada, El general en su laberinto, Del amor y otros demonios, y muchas otras.
Lo había conseguido gracias a la
magia de las palabras con las que sumergía al lector en el sueño del "realismo
mágico", un universo donde la realidad no tenía límites, donde convivía con la
imaginación, el mito, el sueño y el deseo.
Nos ha dicho adiós, pero cada una
de sus palabras y de sus sueños siguen latiendo en sus obras, vivas, ellas sí,
para siempre:
“Un día como el de hoy, mi
maestro William Faullkner dijo en este lugar: "Me niego a admitir el fin del hombre". No me sentiría digno
de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por
primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se
negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad
científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo
humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo
creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde
para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora
utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir,
donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las
estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una
segunda oportunidad sobre la tierra.” (Del Discurso de aceptación del Premio Nobel, 1982 -Ver discurso completo-)