17 de octubre de 2018

El Rincón de la poesía



León Felipe (1884 - 1968)

Foto de la Fundación León Felipe
Sé todos los cuentos
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
Que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan
con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.
(De Llamadme publicano)

  En septiembre se han cumplido 50 años de la muerte de uno de los autores españoles más representativos de la poesía comprometida del exilio: Felipe Camino Galicia, más conocido como León Felipe, un poeta siempre en lucha contra las injusticias sociales.
Su labor poética se inició con Versos y oraciones del caminante (1920), obra a la que pertenecen los dos famosos poemas con los que hoy le rendimos homenaje.
 Tras la Guerra Civil y el exilio su voz se volvió combativa, a la vez que reflejaba un apasionado idealismo en defensa del ser humano. Obras como La insignia (1937),  El hacha (1939), Español del éxodo y el llanto (1939) utilizan la palabra a modo de grito desesperado, para redimir a los más humildes de los sufrimientos y de las injusticias.
Otras obras suyas son: Ganarás la luz (1943),  Parábola y poesía (1944), Antología rota (1947), España e Hispanidad (1947), Llamadme publicano (1950) y ¡Oh, este viejo y roto violín! (1965), en el que reflexiona sobre el tiempo, el sueño y la muerte, temas centrales de su última etapa.

Romero solo
Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero…, sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos siempre los versos.
La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía el príncipe Hamlet, viendo
cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera… menos un sepulturero.
Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.

Vencidos
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar…
Y ahora ociosa y abollada
va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero,
sin peto y sin espaldar…
va cargado de amargura…
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar…
va cargado de amargura…
que allá «quedó su ventura»
en la playa de Barcino, frente al mar…
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar…
va cargado de amargura…
va, vencido, el caballero
de retorno a su lugar.
Cuántas veces, Don Quijote,
por esa misma llanura
en horas de desaliento
así te miro pasar…
y cuántas veces te grito:
Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura
caballero derrotado,
hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar.
Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo
y llévame
a ser contigo pastor.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar…
(De Versos y oraciones del caminante)

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