27 de mayo de 2024

XVI Concurso de Poesía y Relato corto Francisco Salinas

Este año hemos celebrado el XVI Concurso de Poesía y Relato corto Francisco Salinas con el tema: "Principios". En la modalidad de Poesía, la ganadora ha sido Claudia García Prieto de 1º ESO A; y en la modalidad de Relato corto, el ganador ha sido Abdul Ahad Uddin, de 3º ESO D. Desde aquí les damos a ambos la enhorabuena.


 LA VIDA ES UN PRINCIPIO

Todo tiene su principio
y todo tiene un final,
pero lo mejor de todo
es poderlo disfrutar.
Disfrutar de nuestra vida
para poder comenzar
ese interesante viaje
que nos toca vivenciar.
Son esos primeros pasos
que nos enseñan a dar
nuestros padres y abuelos
sin dejarnos de mirar.
El primer día de colegio,
con el miedo de mamá
porque aún no se ha enterado
que he crecido de verdad.
Luego llega el instituto,
los primeros días son
como si ya de repente
te hubieses hecho mayor.
Estos y otros principios
ya me ha tocado vivir
pero a partir de ahora
principios me quedan mil.

Claudia García Prieto

1º ESO A

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PRINCIPIOS 

En la gran ciudad estaba nevando. Mi nombre es Daniel y estaba viendo desde la enorme ventana de mi habitación los blancos copos de nieve cayendo sobre la ciudad, cubriéndola de un hermoso manto blanco. En ese momento, recordé las últimas palabras de mis padres antes de que se fueran de viaje por trabajo a la capital. Dijeron que volverían después de 5 días, exactamente el viernes, y que no me sintiera solo puesto que mi abuela estaría conmigo y, para recompensarme, me regalarían una laptop, aunque yo ya estoy muy acostumbrado a estos tipos de regalos: tengo una Play Station, un Samsung Galaxy Ultra Pro-Max, dos Rolex y de paga, 100 euros a la semana. Sin embargo, lo que realmente me gustaría sería sentir nuevas sensaciones como las que me transmitían las películas.

Mi madre era una abogada conocida en todo el país y mi padre, el dueño de una empresa famosa de aviones llamada “Chanax”; básicamente éramos millonarios. Muchos estarían celosos de mi vida, pero prefiriría una vida normal, pues lo cierto es que ellos estaban tan ocupados que ni si quiera los conocía bien. Venían cada cinco días y se quedaban un par de ellos; por eso, mis padres eran para mí dos desconocidos; sin embargo, mi abuela era la persona que más quería, porque me demostraba su amor sin tantos lujos, me apoyaba en todo y ese era el mejor regalo que me podía hacer. A veces, cuando me sentía solo, llamaba a mis mejores amigos para quedar con ellos, Ahmed, Robín e Isa.

De repente, me acordé de que tenía que acabar los deberes de Lengua que había mandado la señora Fátima. El ejercicio consistía en hacer una redacción de nuestras tradiciones familiares; el título era “Mis principios”. No sabía nada de ellas, pero me acordé de repente de la abuela. Tenía 66 años, seguro que sabía algo, me dije a mí mismo. Me fui a nuestro gigantesco salón, donde estaba bordando hermosos tulipanes en una preciosa tela blanca. Me acerqué y le pregunté:

- ¿Cuáles son las costumbres de nuestra familia?

La abuela me dijo:

-Daniel, nuestros principios son muy antiguos, pero esas costumbres han desaparecido desde que tu padre empezó a trabajar; concretamente, hace 10 años que no se celebra la Cuertafía.

-Abuela, ¿qué es la Cuertafía?.

Me explicó que era una festividad que se celebraba el 21 de enero, en honor a nuestro antepasado Muhammad de Cuella, creador de la familia. En esta fiesta, las mujeres cocinaban comida típica, los hombres decoraban el salón y los ancianos contaban historias a los más pequeños. Yo escuchaba atentamente las palabras de mi abuela y apuntaba todo en mi libreta.

Al día siguiente, en clase, mientras esperaba mi turno para leer mi redacción, me aburría y pensaba cuándo se acabaría la clase y podría irme a jugar a la Play. Llegó mi turno, leí mi redacción y la señora Fátima me puso un 10. Mi profesora era una señora alta y joven, de unos 29 años, muy amable.

Regresé a casa. Cuando llegué, fui directo a mi habitación, a jugar a la Play, como me había prometido a mí mismo, pero de pronto mi abuela me llamó. Vi que estaban mis padres, y  me quedé asombrado, y también vi que mi abuela estaba llorando.

- ¿Qué ocurre, por qué estáis vosotros y por qué la abuela está llorando?

- Hijo, nos vamos a vivir a la capital; y no te preocupes por tu abuela, ella está llorando porque vamos a vender la casa.

- ¡Qué! Pero este es mi hogar, mis recuerdos, donde están mis amigos, y este palacio es el hogar de cinco generaciones familiares, aquí se encuentran nuestros principios y costumbres.

-Este viejo palacio no será mejor que nuestra mansión y además vas a tener nuevos amigos. No te sientas mal, te vamos a regalar una Smart TV y un viaje en primera clase a las Maldivas –dijo mi padre.

-Padre, la vida no consiste solo en tener dinero, hay cosas más importantes, y vosotros, que para mí sois unos verdaderos desconocidos, os preocupáis más por vuestro trabajo que por mí. Por eso quiero estar con mis amigos y con la abuela; ellos sí que me conocen bien.

Mi padre, enfadado, me ordenó que me fuese a mi habitación. M e fui corriendo, llorando sin parar, pensando que mi opinión no tenía sentido y que era la persona más desafortunada del mundo. Después de un rato agobiante, vino mi padre y me dijo que ellos se iban a vivir a la capital y que volverían cada 2 meses. Que yo me iba a quedar solo con la abuela en el palacio. Me alegré tanto que fui corriendo hacia ella para calmarla y darle la buena noticia. Mi abuela también se puso feliz.

Pasaron dos meses, al día siguiente, el 4 de enero, iban a venir mis padres y mi abuela me preguntó si me sentía alegre. Yo asentí, pero me sentía mal por la última vez que había estado con ellos, por si se sentían mal por lo que había dicho o por si pensaban que no los quería o... Mi mente daba muchas vueltas. Mi abuela me notó que estaba preocupado:

-No sufras; tus padres no se lo van a tomar mal. ¿Qué te parece si hacemos una fiesta?

-¿Y si celebramos la Cuertafia? Y no solo eso, también llamaremos a toda la familia.

Mi abuela dijo que sí de una forma alegre. Llamamos a los miembros de la familia y todos aceptaron. Llegó el día. Mi familia estaba presente, éramos 120 personas; empezamos a decorar el gran salón de ceremonias. Mis padres llegaron y se sorprendieron, pero lo celebraron con nosotros. Me alegré tanto de saber que por fin a  mis padres les importaba la familia.

Abdul Ahad Uddin
3º ESO D

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