16 de diciembre de 2020

Menú literario navideño 2020

Un año más hemos aderezado un menú literario navideño pensado para todos los gustos, con excelente materia prima, fresca y de primera calidad, combinada con productos atemporales. En él encontraréis obras y autores destacados a lo largo del año, junto a clásicos consagrados de la literatura universal.

Esperamos que os den ideas para disfrute propio o para regalar y, este año, también queremos que os ayuden a traspasar las fronteras del confinamiento físico y mental en el que estamos inmersos.

FELIZ NAVIDAD FELICES LECTURAS

Carlos Ruiz Zafón, La trilogía de la niebla, editorial Planeta

 En homenaje al recientemente desaparecido Carlos Ruiz Zafón, os proponemos releer La Trilogía de la Niebla, una inigualable combinación de aventura, misterio y emociones.

En una misteriosa casa de la costa atlántica, lejos del Londres amenazado por la guerra, Max va a descubrir que los desafíos del presente a menudo tienen su razón de ser en pactos inconfesables sellados mucho tiempo atrás, donde habitan seres como El Príncipe de la Niebla.
    En la Calcuta de 1932, un tren en llamas atraviesa la ciudad, y el círculo de amigos de Ben y Sheere debe enfrentarse al más terrible y mortífero enigma de la ciudad de los palacios; una aventura, El Palacio de la Medianoche, que va a cambiar sus propias vidas.
    Entre París y un extraño faro de Normandía se desarrolla Las Luces de Septiembre, en la que Irene e Ismael se adentran en el misterio de un fabricante de juguetes que vive entre seres mecánicos y sombras del pasado, a la vez que crecen los lazos que los van a unir para siempre.

Care Santos, Inbox

Editorial Edebé, Colección Periscopio

Último libro de la autora galardonada con el Premio Cervantes Chico de Literatura Infantil y Juvenil 2020


 “Soy Alexia, tengo 16 años, quiero ser escritora y soy su mayor admiradora sobre el planeta Tierra. Sus libros han cambiado mi vida por completo, o me han cambiado a mí, o lo han cambiado todo. Sin ellos yo sería otra persona, más aburrida, más simple, o puede que no fuera nada en absoluto. Es decir, usted ha sido para mí una persona (o algo así) realmente —pero realmente— importante. Seguro que le han dicho lo mismo muchas veces, pero mi historia no es como las demás historias”. Con este mensaje de correo electrónico dirigido al enigmático escritor Benedict Woodward, comienza la relación entre estos dos personajes. Y como dice la misma Alexia: no es una historia como las demás, porque nada es lo que parece.

Frances Hardinge, La luz de las profundidadeseditorial Bambú

Un libro de fantasía lleno de acción que hay que leer lentamente

    Los dioses submarinos de las Miríadas eran tan reales como las costas y las corrientes, y tan despiadados como los vientos y los remolinos. Entonces un día se alzaron y se destruyeron unos a otros, lo que provocó la muerte de cientos de isleños y cambió el archipiélago para siempre. Por las agitadas calles de una ciudad hacen vida Hark y su mejor amigo Jelt. Malviven buscando en el mar reliquias de los antiguos dioses. Pero ahora hay algo que se mueve, inquieto, bajo las olas, y reclama a alguien con coraje suficiente para cogerlo. Es valioso. Peligroso.



    

  César Mallorquí, El círculo escarlata, editorial Edebé

La esperada continuación de Las lágrimas de Shiva

    En cierta ocasión, hace ya mucho tiempo, vi un fantasma. Y luego, cuatro años después, vi otro. El primer fantasma era amable, incluso olía bien. A nardos. Era el espíritu de Beatriz Obregón; gracias a ella encontré las Lágrimas de Shiva, un fabuloso collar que había estado perdido durante setenta años. El segundo fantasma fue mucho menos amable. Daba miedo y, desde luego, no olía precisamente a nardos. Tuve un desagradable encuentro con él en la Mansión Kraken, poco después de oír hablar por primera vez del Círculo Escarlata, una oscura y siniestra secta tan antigua como el tiempo. Eso ocurrió en el verano de 1973, cuatro años después de mi estancia en Villa Candelaria, el hogar de mis tíos y mis primas, los Obregón.


Kerry Drewery, La última grulla de papel, editorial Bambú

1945, Hiroshima. Ichiro está en casa de su mejor amigo, Hiro, cuando lanzan la bomba. En medio de la devastación, los dos chicos encuentran a Keiko, la hermana pequeña de Hiro. Los tres buscan ayuda, pero las heridas de Hiro no le permiten seguir adelante y su amigo Ichiro se ofrece para hacerse cargo de la niña. Setenta años después, los recuerdos y una promesa rota persiguen los últimos años de vida del viejo Ichiro. Mizuki, su nieta, está decidida a ayudarlo. La leyenda dice que si tienes la paciencia para hacer mil grullas de papel, conseguirás lo que deseas. Y ahora solo queda una por doblar. Una novela sobre la valentía y la esperanza narrada en prosa, verso libre y haikus.


Sonia Fernández-Vidal, La puerta de los tres cerrojos 3. Los cinco reinos eternos, editorial Destino

El final más esperado de la trilogía cuántica más querida por lectores y libreros

    A Niko se le acumulan los problemas en los distintos mundos. El tiempo se ha vuelto loco en la Tierra y corre hacia atrás. Quiona ha quedado atrapada en el Reino de Tiempo y reclama su ayuda. Para devolver la armonía a los multiversos, Niko y sus amigos deberán atravesar agujeros de gusano, teleportarse a lugares desconocidos, crear universos de bolsillo con las constantes universales modificadas y desafiar un sinfín de leyes de la física. ¿Saldrán victoriosos nuestros amigos de esta nueva aventura cuántica?


Benito Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, editorial Espasa 

Centenario de Benito Pérez Galdós

   La tormentosa relación amorosa entre los dos protagonistas, Juanito Santa Cruz y Fortunata, incapaces de superar las dificultades que su diferencia de estatus social les impone, se desarrolla en el ambiente castizo de finales del siglo XIX. Asimismo, el libro retrata de forma magistral el papel de la mujer en la sociedad, con Fortunata y Jacinta como máximas exponentes, y la hipocresía dominante en una burguesía que intenta superar su anquilosamiento, impregnada de una religiosidad asfixiante y de unas costumbres firmemente arraigadas.

Héctor Abad Faciolince, El olvido que seremos, Booket

El libro en el que se basa la película de Fernando Trueba

Conjurar la figura del padre es un reto que recorre consagradas páginas de la historia y de la literatura. El médico Héctor Abad Gómez dedicó sus últimos años, hasta el mismo día en que cayó asesinado en pleno centro de Medellín, a la defensa de la igualdad social y los derechos humanos. El olvido que seremos, su biografía novelada escrita por su propio hijo, es la reconstrucción amorosa y paciente de un personaje; está lleno de sonrisas y canta el placer de vivir, pero muestra también la tristeza y la rabia que provoca la muerte de un ser excepcional.

Irene Vallejo, El infinito en un junco, editorial Siruela

Premio Nacional de Ensayo 2020

Este es un libro sobre la historia de los libros. Un ameno recorrido por la vida de ese fascinante artefacto que inventamos para que las palabras pudieran viajar en el espacio y en el tiempo.
Es, además, un libro de viajes. Pero, sobre todo, esta es una fabulosa aventura colectiva protagonizada por miles de personas que, a lo largo del tiempo, han hecho posibles y han protegido los libros: narradoras orales, escribas, iluminadores, traductores, vendedores ambulantes, maestras, sabios, espías, rebeldes, monjas, esclavos, aventureras… Lectores en paisajes de montaña y junto al mar que ruge, en las capitales donde la energía se concentra y en los enclaves más apartados donde el saber se refugia en tiempos de caos. Gente común cuyos nombres en muchos casos no registra la historia, esos salvadores de libros que son los auténticos protagonistas de este ensayo.
Lorenzo Silva, El mal de Corcira, editorial Destino

El último caso de Bevilacqua y Chamorro

Un varón aparece asesinado en una solitaria playa de Formentera. Cuando sus jefes llaman a Bevilacqua para que se ocupe de la investigación y le informan de la peculiaridad del muerto, un ciudadano vasco condenado en su día por colaboración con ETA, el subteniente comprenderá que no es un caso más. Para tratar de esclarecer el crimen, Bevilacqua tendrá que trasladarse con su equipo a Guipúzcoa, el lugar de residencia del difunto, a una zona que conoce bien por su implicación casi treinta años atrás en la lucha antiterrorista. Allí deberá vencer la desconfianza del entorno de la víctima y, sobre todo, lidiar con sus propios fantasmas del pasado, con lo que hizo y lo que dejó de hacer en una «guerra» entre conciudadanos, como la que veinticinco siglos atrás hubo en Corcira  —hoy Corfú— y que Tucídides describió en toda su crudeza. Esos fantasmas lo conducirán a una incómoda pregunta: ¿en qué medida nos conforma aquello contra lo que luchamos?


Carlos del Amor, Emocionarte. La doble vida de los cuadros, editorial Espasa

Premio Espasa 2020


Un libro original y novedoso que provoca la reflexión y el diálogo y ayuda a entender y disfrutar los cuadros que presenta.
    Con un estilo literario y profundamente divulgativo, seductor y personal, Carlos del Amor nos ofrece un viaje por treinta y cinco obras de todos los tiempos, con especial atención a la pintura femenina y a la española. Un viaje a través de texturas, colores, claroscuros, historias, miradas, vidas, abrazos, besos…, que nos descubre un caleidoscopio donde se aúnan verdad y ficción, historia del arte, imaginación y emoción.

Julio Llamazares, Primavera extremeña.Apuntes del natural, editorial Alfaguara

 Con  las evocadoras acuarelas de Konrad Laudenbacher

En marzo de 2020, días antes de que toda España quedara confinada, el autor se instaló con su familia en una casa situada en la sierra de los Lagares, cerca de Trujillo, en Extremadura. Allí estuvieron, como los personajes del Decameron, recluidos durante tres meses en un lugar que les regaló la primavera más bella que vivieron nunca. Durante ese tiempo, la naturaleza, preservada de la intervención humana, se llenó de luz, de colores brillantes y de animales en libertad, mientras la tragedia de la pandemia se extendía implacable. Y es que la vida, pese a todo, consigue abrirse paso entre las grietas de la realidad, por angostas que sean.

Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga, La vida contada por un sapiens a un neandertal, editorial Alfaguara

El ingenio de Millás y la sabiduría de Arsuaga unidos para contar la vida como la mejor de las historias

    La sabiduría del paleontólogo se combina en este libro con el ingenio y la mirada personal y sorprendente que tiene el escritor sobre la realidad. Porque Millás es un neandertal (o eso dice), y Arsuaga, a sus ojos, un sapiens.
    Así, a lo largo de muchos meses, los dos visitaron distintos lugares, muchos de ellos escenarios comunes de nuestra vida cotidiana, y otros, emplazamientos únicos donde todavía se pueden ver los vestigios de lo que fuimos, del lugar del que venimos. En esas salidas, que al lector pueden recordarle a las de don Quijote y Sancho, el sapiens trató de enseñar al neandertal cómo pensar como un sapiens y, sobre todo, que la prehistoria no es cosa del pasado: las huellas de la humanidad a través de los milenios se pueden encontrar en cualquier lugar, desde una cueva o un paisaje hasta un parque infantil o una tienda de peluches. Es la vida lo que late en este libro. 




Emma Giuliani, Carole Saturno, Grecomanía,

Editorial Maeva Young

«Lo mejor que ha dicho el hombre, lo ha dicho en griego.» 
Marguerite Yourcenar

Un libro impresionante que nos sumerge, a través de solapas y troqueles, en la antigua Grecia. Emma Giuliani y Carole Saturno nos invitan a este viaje en el tiempo para conocer la civilización de la que somos herederos.

Sandra Ortonobes Lara (La Hiperactina), ¿Qué puede salir mal?, editorial Plan B

Cómo sobrevivir a un mundo que intenta matarte

Un libro de divulgación científica fascinante y novedoso que nos enseña el mapa básico de nuestro cuerpo para entender de que estamos hechos, cómo funcionamos y cómo interactuamos con nuestro entorno.
    En este mundo tan peligroso, ¿cómo es posible que sigas con vida?
    Desde que somos una sola célula, nuestro organismo se enfrenta a una serie de obstáculos que no le dan respiro: mutaciones genéticas, sustancias tóxicas que entran sin avisar, ataques constantes de virus y bacterias con muy mala leche y una lotería de todo tipo de enfermedades. Sin embargo, para sobrevivir en este mundo hostil que nos rodea, el cuerpo humano está preparado para contraatacar a estas amenazas sin pensárselo dos veces.

John Steinbeck /Rébecca Dautremer,
De ratones y hombres
, editorial Edelvives

     Son tiempos de la Gran Depresión norteamericana. Lennie Small, un grandullón con discapacidad intelectual, y su inseparable amigo George Milton, inteligente y observador, recorren las comarcas rurales de California en busca de algún trabajo que los saque de la pobreza. El sueño de ambos es poder comprarse una tierra, montar una granja y «vivir como príncipes». Al fin los contratan en un rancho, en el que se les complica la vida más de lo que imaginaban.

Antonio Machado, Yo voy soñando caminos, Nordica libros

    Yo voy soñando caminos es una recorrido por las ciudades en las que vivió Antonio Machado. A través de los más de cuarenta poemas que ha seleccionado Antonio Rodríguez Almodóvar descubriremos estas ciudades, tan importantes en la vida del poeta.

    «Por mi devoción por Antonio Machado y su obra he visitado todos los sitios en que vivió y en todos he sentido la misma emoción, que es la que trasmiten sus versos, lo que habla de su capacidad poética. Volver a sentirla viendo las acuarelas de Leticia Ruifernández indica hasta qué punto la ilustradora ha captado la esencia de Machado en sus territorios y su capacidad para trasmitirla al lector del libro, más que lector contemplador como Machado lo fue del mundo en el que le tocó vivir. […]». (Del epílogo de Julio Llamazares)

Ramón Gener / Fernando Vicente,
Beethoven, Un músico sobre un mar de nubes,
editorial Random Cómic

Álbum ilustrado en el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven

    Ludwig van Beethoven es uno de los compositores más grandes de la historia de la música. Pero ¿qué hay detrás del artista? Este libro, escrito por Ramón Gener, es una biografía -y un homenaje- para redescubrir a Beethoven en todas sus facetas. A través de estas maravillosas páginas ilustradas por Fernando Vicente, descubriremos al genio y a la persona que habitaron en Ludwig van Beethoven. 


Paco Roca, Regreso al EdénAstiberri ediciones

    A partir de una foto familiar de 1946 en la antigua playa de Nazaret de la capital valenciana, Paco Roca dibuja un fresco sobre la España de la posguerra a través de una de aquellas familias humildes –reflejo de la inmensa mayoría de la sociedad que sobrevivía bajo la dictadura franquista–, con serios problemas para acceder al sustento, obligada a acudir por sistema al mercado negro para hacerse a duras penas con una alimentación básica diaria.

 

José Manuel López Nicolás, Un científico en el supermercadoeditorial Planeta
 
Un viaje por la ciencia de las pequeñas cosas
 
Siguiendo con el estilo desenfadado y el tono divertido que le han convertido en uno de los referentes de la divulgación, el profesor López Nicolás nos acompaña a lo largo de 12 capítulos por la ciencia de nuestra vida cotidiana, descubriéndonos las matemáticas ocultas de un cante jondo, la física presente en un memorable partido de tenis, la sorprendente estadística de la Lotería del Niño o la química que se esconde tras las etiquetas de un supermercado. Un fascinante viaje por la ciencia de las pequeñas cosas que nos ayudará a esclarecer cuáles son las verdades y mentiras con las que topamos a diario.

9 de diciembre de 2020

El Rincón de la Poesía

OLGA NOVO

PREMIO NACIONAL DE POESÍA 2020

    Felizidad, de Olga Novo, es la versión en castellano de Feliz idade, libro galardonado con el Premio Nacional de Poesía 2020. Reúne poemas de diferentes épocas vitales de la autora, con el nexo común de las relaciones familiares. La muerte de su padre y el nacimiento de su hija marcan el tono y el camino de un poemario intenso que contiene mucho amor y mucho dolor. 

    De esta obra, hemos seleccionado “En mí y en todas”, un poema en el que se reflexiona sobre el acto poético, un lugar mágico donde el tiempo no existe, lo que permite que los sentimientos y la memoria de la humanidad confluyan en la voz de la autora.

En mí y en todas

                    

En algún poema pasé frío y pasé hambre

sentí padecimientos que no eran míos 

con vuestros hijos metidos en el ferrado

con vuestras criaturas encima de una mula

con vuestros bebés en una caja de cartón

con vuestras crías al lado del hogar.

 

En algún poema pasé frío y hambre 

rompí  hielo con las manos para lavar ropa en la poza

con aquel jabón que no espumaba

fabricado

con grasa y sosa cáustica y una gota

sutil

de amor.

 

En algún poema se me cayó leche a los pies

al  sentir el llanto de mi hija

y en lo alto de la noche di de mamar a niños de otra época

agarrados  al instinto de succión

como quien aprieta los labios contra el aire para extraer la luz

del día.

 

En algún poema pasé frío y pasé hambre

sentí como el granizo destrozaba el trigo contra mi carne

y así al quedar sin nada

recoger alguna rama en la memoria

con ella encender el fuego e ir a la fuente a por sueño

para que duerman los hijos de la pobreza.

 

En algún poema me subió la leche a los pechos

como asciende la palabra hasta el cerebro

trepando como un gato en un bosque de glándulas

y fui todas las madres que son madres de mis hijos.

 

En algún poema pasé hambre

y pasé frío.                

17 de noviembre de 2020

El Rincón de la Poesía: Francisco Brines


 FRANCISCO BRINES,

PREMIO CERVANTES 2020

“Una de las motivaciones más frecuentes en mí es la necesidad de ese intento desvalido de fijar el tiempo que se nos escapa, de salvar esos momentos de dicha o de dolor que tan precariamente nos pertenecen y que, en definitiva, somos nosotros mismos. Creo que en el conjunto de mi obra, aun en los momentos en que aparece el cántico, no es otra cosa que una extensa elegía”. 

(Francisco Brines, El mundo del poeta” en Amada vida mía, Salamanca 2004)

 

 

El poeta recién galardonado con el premio Cervantes se inscribe en el Grupo de los 50, una corriente poética que defendió la vuelta a la subjetividad, al intimismo poético. Para Francisco Brines, el paso del tiempo ha sido una constante a lo largo de su obra, que le ha llevado a reflexionar sobre la vida y sobre la muerte, concretamente sobre las sucesivas pérdidas a las que asistimos en el vivir diario, antes de afrontar nuestro destino mortal.

                            Después de la infancia

                 I

Al terminar los juegos

nos quedábamos todos tan cansados

que se olvidaban de mi corto nombre.

Me retiraba entonces de la casa

al secreto lugar.

 

Allí se oscurecía la arboleda,

las palomas giraban caudalosas

y muy blancas, el mar

era un país lejano

cada vez más de niebla,

y caído en las hojas de los pinos

miraba hacia el misterio de la noche.

Los ojos, grandes y puros,

se cuajaban de puntos invisibles,

crecían las estrellas

con más luz,

y se turbaba el pecho

por la felicidad.

 

Era viejo aquel valle

de olivares nocturnos,

de almendros de hojas finas.

Y fui creciendo en el amor dichoso

del hombre y de la tierra.

El mundo estaba allí,

en el aliento de la suave noche,

descansando en mis ojos

hasta que nos durmiéramos.

Después, por la mañana,

nos despertaba la luz jubilosa.


 

                II

 

Hoy el valle es más joven.

Los aires, al tocar las frescas hojas

del naranjal nacido,

casi rozan la tierra.

He querido sentir,

de nuevo, aquel misterio

de la emoción del mundo,

y en el mismo lugar

esperé a las tinieblas.

Altas aparecieron

las luces vacilantes de los astros,

y el pecho no tembló.

 

El tiempo, en su tarea,

lleva el polvo a las cosas,

despoja de secretos

a los hombres,

en el alma se queda

germinando.

Al regresar al lecho

pensé que el mundo se extendía extraño

más allá de mi valle;

y sufrí al recordar

cuánto amor de aquel hombre

lejos de allí vivía.

 

De Palabras a la oscuridad (1966)

 

 

Cuando yo aún soy la vida
                       
A Justo Jorge Padrón

 

La vida me rodea, como en aquellos años
ya perdidos, con el mismo esplendor
de un mundo eterno. La rosa cuchillada
de la mar, las derribadas luces
de los huertos, fragor de las palomas
en el aire, la vida en torno a mí,
cuando yo aún soy la vida.
Con el mismo esplendor, y envejecidos ojos,
y un amor fatigado.

¿Cuál será la esperanza? Vivir aún;
y amar, mientras se agota el corazón,
un mundo fiel, aunque perecedero.
Amar el sueño roto de la vida
y, aunque no pudo ser, no maldecir
aquel antiguo engaño de lo eterno.
Y el pecho se consuela, porque sabe
que el mundo pudo ser una bella verdad.
 

                            De Aún no (1971)

31 de octubre de 2020

Un relato DE MIEDO

 
Retrato del autor, realizado por su hermano
Valeriano Bécquer.

Hoy, víspera de Todos los santos, homenajeamos al escritor Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) con motivo del 150 aniversario de su muerte. Para acercarnos a su obra, os proponemos la lectura de una de sus famosas leyendas: “El monte de las ánimas” un relato ambientado en esta noche de difuntos que combina terror, misterio y amor. 

No os la perdáis, 

lo pasaréis DE MIEDO.


El Monte de las Ánimas

La noche de difuntos me despertó, a no sé qué hora, el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.

Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se
desboca, y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato, me decidí a escribirla, como, en efecto, lo hice.

Yo no la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza, con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche.

Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas. 

- I -

-Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas.

-¡Tan pronto!

-A ser otro día no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte.

-¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?

-No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua; yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré la historia.

Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva a bastante distancia.

Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:

«Ese monte que hoy llaman de las Ánimas pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla, que así hubieran sabido solos defenderla como solos la conquistaron.

»Entre los caballeros de la nueva y poderosa orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres; los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos.

»Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería, fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres; los lobos, a quienes se quiso exterminar, tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey; el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte, y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse.

»Desde entonces dicen que, cuando llega la noche de Difuntos, se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche».

La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporársele los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria. 

- II -

Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor, iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.

Sólo dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso. Beatriz seguía con los ojos, absortos en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz.

Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio.

Las dueñas referían, a propósito de la noche de Difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel, y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste.

-Hermosa prima -exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban-: pronto vamos a separarnos, tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío.

Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; todo su carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios.

-Tal vez por la pompa de la corte francesa, donde hasta aquí has vivido -se apresuró a añadir el joven-. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada: mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres?

-No sé en el tuyo -contestó la hermosa-, pero en mi país, una prenda recibida compromete la voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo..., que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías.

El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de serenarse dijo con tristeza:

-Lo sé prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo entre todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?

Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra.

Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volviose a oír la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos, y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste y monótono doblar de las campanas.

Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a anudarse de este modo:

-Y antes de que concluya el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -dijo él, clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico.

-¿Por qué no? -exclamó ésta, llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre los pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió:

-¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma?

-Sí.

-Pues... ¡se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo.

-¡Se ha perdido! ¿Y dónde? -preguntó Alonso, incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza.

-No sé...; en el monte acaso.

-¡En el Monte de las Ánimas -murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el sitial-, ¡en el Monte de las Ánimas!

Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda:

-Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendientes, he llevado a esta diversión imagen de la guerra todos los bríos de mi juventud, todo el ardor hereditario en mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres; y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir el peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; esta noche..., esta noche, ¿a qué ocultarlo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas...; ¡las ánimas!, cuya sola vista puede helar de horror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento, sin que se sepa adónde.

Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que cuando hubo concluido exclamó, con un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña arrojando chispas de mil colores:

-¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de Difuntos, y cuajado el camino de lobos!

Al decir esta última frase, la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía; movido como por un resorte, se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza, y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego:

-¡Adiós Beatriz, adiós! Hasta... pronto.

-¡Alonso, Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso, o aparentó querer, detenerle, el joven había desaparecido.

A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho, que coloreó sus mejillas, prestó atento oído a aquel rumor, que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último.

Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón, y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos. 

- III -

Había pasado una hora, dos, tres; la media roche estaba a punto de sonar, y Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho.

-¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la iglesia consagra en el día de Difuntos a los que ya no existen.

Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso.

Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído, a par de ellas, pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz apagada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana.

-Será el viento -dijo; y poniéndose la mano sobre el corazón procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes, con un chirrido agudo prolongado y estridente.

Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden; éstas con un ruido sordo y suave; aquéllas con un lamento largo y crispador. Después, silencio; un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo monótono de agua distante; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi no se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota, no obstante, en la oscuridad.

Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar; nada, silencio.

Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas direcciones; y cuando, dilatándose, las fijaba en un punto, nada; oscuridad, las sombras impenetrables.

-¡Bah! -exclamó, yendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada, de raso azul, del lecho-. ¿Soy yo tan miedosa como estas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oír una conseja de aparecidos?

Y cerrando los ojos intentó dormir...; pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió a incorporarse, más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría escondió la cabeza y contuvo el aliento.

El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblaban tristemente por las ánimas de los difuntos.

Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin despuntó la aurora; vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal decoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto, sangrienta y desgarrada, la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso.

Cuando sus servidores llegaron despavoridos a noticiarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron inmóvil, crispada, asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca, blancos los labios, rígidos los miembros: muerta, ¡muerta de horror! 

- IV -

Dicen que después de acaecido este suceso un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos Templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla, levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y caballeros sobre osamentas de corceles perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada que, con los pies desnudos y sangrientos y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.

Y si preferís la versión radiofónica, os dejamos el enlace al programa de RNE: Ficción sonora, con Juan Echanove como narrador, Víctor Clavijo en el papel de Alonso y Lucía Caraballo como Beatriz.

 

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