12 de mayo de 2023

XIII Rally Fotográfico Literario

 EL CAMINO

    Este año hemos querido recorrer con vosotros los caminos de la vida, del amor, de la muerte… a través de seis poemas en los que aparece esta metáfora clásica, utilizada por poetas de todos los tiempos, para que vosotros la ilustrarais con vuestras imágenes.

Y esta es la propuesta que nos ha hecho Irene Bustos Roldán (de 2º de ESO A), ganadora del premio al Mejor Conjunto Fotográfico

1. Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?

                                                              (“Yo soy soñando caminos”, de Antonio Machado)


2. Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
El pie breve,
la luz vencida alegre.
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.

         (“Adolescencia”, de Vicente Aleixandre)         

                                     

3. Que me sean tus brazos horizonte y camino,
camino breve y único horizonte de carne:
que la vida no vaya más allá... ¡Que la muerte
se parezca a esta muerte caliente de tus brazos!...
                                (“Deseo”, de Dulce María Loynaz)


                 4. Este camino
            nadie ya lo recorre
             salvo el crepúsculo.
                                                                      (Haiku de Matsuro Bashō)  
 

5. Por un camino de oro van los mirlos... ¿Adónde?
Por un camino de oro van las rosas... ¿Adónde?
Por un camino de oro voy...
                                                      ¿Adónde,
otoño? ¿Adónde, pájaros y flores?

                                        (“Ida de otoño, de Juan R. Jiménez) 



           6.  Más allá de la vuelta del camino

        tal vez haya un pozo, y tal vez un castillo,
o tal vez tan solo continúe el camino.
No lo sé ni pregunto.


[…] De nada me serviría estar mirando para otro lado
o para aquello que no veo.
Ha de importarnos solo el lugar donde estamos.
Hay bastante belleza en estar aquí y no en otra parte.

[…] Si tenemos que llegar allí, al llegar lo sabremos.
Por ahora solo sabemos que allí no estamos.
Aquí no hay más camino que el de antes de la curva, y antes de la curva
el camino que hay no tiene curva alguna.

                                 (“Más allá de la vuelta del camino”, de Alberto Caeiro, heterónimo de F. PESSOA)


En la modalidad de Mejor Fotografía, las ganadoras han sido las hermanas Carla, María y Laura Figuero Casas (de 2º de Bachillerato y 4º ESO), ganadoras del premio a la Mejor Fotografía con la que han ilustrado estos versos de Antonio Machado: "Yo voy soñando caminos/de la tarde. ¡Las colinas/doradas, los verdes pinos,/las polvorientas encinas!.../¿Adónde el camino irá?"


Enhorabuena a las ganadoras
gracias a todos los participantes.

XV Concurso de Poesía y Relato corto Francisco Salinas

Este año hemos celebrado el XV Concurso de Poesía y Relato corto Francisco Salinas con el tema: "El camino". En la modalidad de Relato corto, la ganadora ha sido Sara Abd El Razek, de 2º de Bach. B con su relato "La tormenta". La modalidad de Poesía este año ha quedado desierta.

La tormenta

Silenciosamente observas cómo las gotas de agua caen sobre el alféizar y mojan todo lo que tienen cerca, mas no haces el mínimo amago por cambiar tus libros de lugar. Quizá si se mojan, se desdibujen las palabras que contienen y se mezclen las letras, creando nuevas combinaciones carentes de significado lógico. Así, al día siguiente podrías crear nuevas formas con los restos que queden de las hojas, dibujando flores con nombres de personajes que deberías aprenderte o creando rostros utilizando la tinta esparcida. Siempre fuiste capaz de transformar lo que otros consideraban destrozos, de arreglar lo roto para proporcionarle una belleza de la que carecería en otras manos.

Observas hasta el mínimo detalle a través de tu ventana, desde los niños del parque que corren para intentar resguardarse de la lluvia, hasta el anciano sentado en el porche de su casa, disfrutando del sonido de las gotas al caer. Siempre te ha parecido curioso cómo el paso de los años hacía que las personas apreciaran más los breves momentos como estos. Para un niño, una tormenta era un final de juego. La lluvia entorpecía sus pasos, les provocaba dificultad para jugar como hacían normalmente, pero más que nada era una señal de “me van a castigar si llego a casa empapado”. Para otros, la lluvia era un momento de enajenación, una pausa en sus vidas para contemplar el fenómeno atmosférico donde observaban el flujo del agua caer sobre sus vidas, limpiando cualquier signo de malestar para llevárselo consigo al mar.

La lluvia siempre ha sido para muchos una forma de purificación, un baño de lágrimas que, una vez comienza, sólo termina con una serenidad en el pecho, difícil de encontrar de otra forma. Las gotas borran cada preocupación, cada mancha de suciedad que marca a la ajetreada ciudad, para dejarla con un olor a frescura y novedad.

Cuando la lluvia cesa, los niños vuelven a salir y, aunque los columpios están mojados, ellos se las arreglan para jugar entre ellos, bajo la atenta mirada del anciano aún sentado en el exterior. Se te pasan por la cabeza miles de cosas en las que podría estar pensando cuando le ves sonreír. ¿Se estará acordando de su propia infancia? La lluvia es, sin duda, un arma de doble filo. Puede evocarte recuerdos, pero si estos no son buenos, va a obligarte a recordarlos cada vez que te inunde su sonido. Pero la sonrisa del hombre tiene un matiz de nostalgia, de felicidad. ¿Acaso aquellas gotas, además de moléculas, contienen memorias preciadas para él? Quizá le recuerden a un momento de felicidad en su juventud, a un baile bajo la lluvia, a un beso vaporoso que se funde con cada gota que cae. La lluvia, como un gato en un arenal, deja su huella allá donde caiga.

Sin embargo, aquella atmósfera en la que se veía sumido el paisaje frente a ti cambia radicalmente con el sonido de un trueno y una farola al romperse. Los niños, antes con unas sonrisas de gozo, manifiestan una expresión de susto y vuelven a refugiarse en sus casas. ¿Acaso la tormenta sólo era divertida si llovía? ¿Acaso lo único agradable era la tranquilizante lluvia y no el grito de luz que se revelaba en el cielo? El anciano, quien había tenido una expresión de tranquilidad durante toda la escena, se refugia en su casa, mirando con miedo las farolas más cercanas a él. ¿Por qué asustan tanto las roturas?

Tomas tu chaqueta y bajas, introduciéndote en la escena que habías estado observando sigilosamente. Te acercas a la farola rota y adviertes las miles de piezas en las que se ha convertido, cada una reflejando una parte del parque. Un trozo de cristal refleja los columpios, otro refleja las escaleras que llevan a la zona de bancos, mientras otro refleja una imagen borrosa de tu casa, debido al barro que llena el suelo sobre el cual están las piezas de la farola. Tu mente no puede evitar divagar. ¿Acaso, después de tantos años alumbrando el parque cada noche, una rotura ha causado tanto rechazo en los que se dejaban alumbrar durante tantos años por esa vieja farola? La pena te inunda mientras tomas una a una las piezas que se han caído, ya que hay algunas que han soportado la rotura y siguen unidas, intentando expandir los rayos de luz que contienen en su interior a pesar de las fisuras. Cada trozo lleva grabado el paso del tiempo, el soportar tormenta tras tormenta para poder iluminar a aquellos que con un simple estallido han dejado de admirarla.

Te parece curioso cómo una simple rotura provoca que las cosas sean percibidas como inservibles, cuando en realidad solamente cambia su uso o su imagen. ¿Qué importaba si los cristales de la farola estaban rotos si aún podía alumbrar la calle? Sólo había cambiado su aspecto, entonces, ¿por qué se alejaron todos de ella si seguía haciendo su trabajo correctamente? Roto no tenía por qué ser sinónimo de horrible, de miedo. Escudriñaste un trozo de cristal, pensando en miles de formas en que te parecía valioso, una pieza preciosa. Ese trozo de cristal pertenecía a una farola, una farola que está en un camino que recorrieron miles de personas antes. Piensas en todas las posibilidades, en todas las escenas e historias que podría haber presenciado esa misma pieza antes de convertirse en un trozo de cristal roto, infravalorado. Cada trozo caído tiene una historia que se acaba de perder en una tormenta de destrozos olvidados. Olvidados en un mar de minúsculas gotas que inundan la ciudad.

La esencia para ti reside en ese cambio abrupto que se produce, ya que muestra la fragilidad que se ha ido adoptando por el camino. Porque incluso la tormenta pasa por un proceso que la lleva desde lejanos mares hasta pequeñas ciudades. Esos pasos son los que permiten la ruptura, la cual más que un cambio desagradable es tan solo un paso más que uno debe abordar.

Sara Abd El Razek
2º Bach. B

Aprovechamos esta entrada para dar la enhorabuena a la ganadora

y para agradecer a los participantes su implicación en esta edición.