La Diputación publica
El manuscrito encontrado en Salamanca,
de Ricardo López
El manuscrito encontrado en Salamanca plantea un juego literario
audaz y sorprendente sobre el hallazgo real, en 1992, de una biblioteca
emparedada en Barcarrota, Badajoz, donde se encontraron varios
libros perseguidos por la Inquisición. Entre ellos, se descubrió una primera
edición de la novela Lazarillo de
Tormes. A partir de este escenario se
crea la ficción en torno a este manuscrito en el que continúan las andanzas del
clásico personaje hasta su muerte.
Asimismo, mediante la ironía,
realiza una crítica contra los filólogos que elucubran sobre cualquier mínimo
aspecto de la literatura aparentando que su investigación filológica está llena
del máximo rigor.
El autor rinde también homenaje a las bibliotecas y al tesoro que guardan, en recuerdo de su antigua dedicación, antes de haber sido profesor en el instituto Lucía de Medrano de Salamanca.
El autor rinde también homenaje a las bibliotecas y al tesoro que guardan, en recuerdo de su antigua dedicación, antes de haber sido profesor en el instituto Lucía de Medrano de Salamanca.
Para abrir boca, recordamos uno
de los fragmentos más conocidos del clásico Lazarillo
de Tormes, en espera de que podamos seguir disfrutando de sus peripecias en
esta nueva obra:
"En este
tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, paresciéndole que yo sería para
adestralle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole cómo era
hijo de un buen hombre, el cual, por ensalzar la fe, había muerto en la de los
Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre, y que
le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano. Él respondió que
así lo haría y que me recibía, no por mozo, sino por hijo. Y así le comencé a
servir y adestrar a mi nuevo y viejo amo.
Como estuvimos en Salamanca algunos días, pareciéndole a mi amo que no era la ganancia a su contento, determinó irse de allí; y cuando nos hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre, y, ambos llorando, me dio su bendición y dijo:
Como estuvimos en Salamanca algunos días, pareciéndole a mi amo que no era la ganancia a su contento, determinó irse de allí; y cuando nos hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre, y, ambos llorando, me dio su bendición y dijo:
-Hijo, ya sé
que no te veré más. Procura de ser bueno, y Dios te guíe. Criado te he y con
buen amo te he puesto; válete por ti.
Y así me fui
para mi amo, que esperándome estaba.
Salimos de
Salamanca, y, llegando a la puente, está a la entrada de ella un animal de
piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del
animal, y, allí puesto, me dijo:
-Lázaro, llega
el oído a este toro y oirás gran ruido dentro de él.
Yo simplemente
llegué, creyendo ser así. Y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra,
afirmó recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que más
de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome:
-Necio,
aprende, que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo.
Y rió mucho la
burla.
Parecióme que
en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba.
Dije entre mí: «Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues
solo soy, y pensar cómo me sepa valer».
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