Hace
200 años, un 12 de diciembre de 1821, nacía Gustave Flaubert, uno de los
creadores de la novela moderna. Conmemoramos esta celebración recordando su más
famosa novela, Madame Bovary (1857),
gracias a la cual alcanzó el pódium de los autores clásicos universales, a
pesar de los problemas con la justicia a los que tuvo que hacer frente (fue
denunciado por inmoralidad).
Esta novela
dio nombre a una patología psicológica, el bovarismo o síndrome de Madame
Bovary, caracterizado por la insatisfacción vital en la que vivía la
protagonista, Emma Rouault, debido a la
frustración que le producía el contraste entre sus ilusiones y la
realidad.
"A veces pensaba que, a pesar de todo, estaba viviendo los días más hermosos de su vida, la luna de miel, como se decía. Para saborear su dulzura, habría sido preciso, sin duda, ir hacia esos países de nombres sonoros en que los días siguientes a la boda tienen una languidez más suave. En sillas de posta, bajo cortinillas de seda azul, se sube al paso por caminos escarpados escuchando la canción del postillón, que se repite en la montaña con las esquilas de las cabras y el ruido sordo de la cascada. Cuando se pone el sol, a la orilla de los golfos se respira el perfume de los limoneros; luego, al anochecer, en la terraza de las villas, solos y con los dedos entrelazados, se miran las estrellas mientras se hacen proyectos. Le parecía que ciertos lugares de la tierra debían de favorecer la felicidad, como una planta propia de un suelo determinado que no prospera en cualquier parte. ¡Quién pudiera acodarse en el balcón de los chalets suizos o encerrar su tristeza en un cottage escocés, junto a un marido que viste un frac de terciopelo negro de largos faldones, y que lleva botas flexibles, un sombrero puntiagudo y puños de encaje en las camisas!
Quizá hubiera
deseado tener a alguien a quien hacer la confidencia de todas estas cosas. Pero
¿cómo explicar un vago malestar que cambia de aspecto como las nubes, que se
arremolina como el viento? Y es que le faltaban las palabras, la ocasión, el
atrevimiento.
Sin embargo, si
Charles lo hubiera querido, si lo hubiera sospechado, si su mirada hubiera ido,
siquiera una vez, al encuentro del pensamiento de Emma, estaba segura de que se
habría desprendido de su pecho una efusión súbita como cae de una espaldera el
fruto cuando se pone en él la mano. Pero, a medida que se estrechaba más la
intimidad de su vida, crecía en su interior un desapego que la separaba de él.
La conversación
de Charles era vulgar como una acera de calle, y las ideas más manidas de los
demás desfilaban por ella con su ropaje ordinario, sin despertar emoción ni
hacer reír o soñar. Cuando vivía en Ruán, decía, nunca había sentido curiosidad
por ir a ver en el teatro a los actores de París. No sabía ni nadar, ni manejar
el florete, ni tirar con pistola, y un día no pudo explicarle un término de
equitación que ella había encontrado en una novela.
¿Acaso un hombre
no debía conocerlo todo, destacar en múltiples actividades, iniciarte en las
energías de la pasión, en los refinamientos de la vida, en todos los misterios?
Y aquél no le enseñaba nada, no sabía nada, no deseaba nada. La creía feliz; y
ella le odiaba por aquella calma tan impasible, por aquella parsimonia serena,
por la felicidad misma que ella le daba."
Este personaje serviría de inspiración para crear las heroínas de dos grandes autores contemporáneos, León Tolstói (Ana Karenina, 1877) y Leopoldo Alas «Clarín» (La Regenta, 1885).
Obras destacadas de Gustave Flaubert:
Madame Bovary (1857),Salambó (1862)La educación sentimental (1869)Tres cuentos (1877)
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