Por fin ha terminado el curso y, para celebrarlo, queremos evocar, de la mano de Juan Ramón y de Platero, esta época veraniega, que se presenta con algunos inconvenientes, pero con un sinfín de delicias de las que disfrutar durante este merecido tiempo de descanso.
LXV. El verano
Platero va chorreando sangre, una
sangre espesa y morada, de las picaduras de los tábanos. La chicharra sierra un
pino, que nunca llega... Al abrir los ojos, después de un inmenso sueño
instantáneo, el paisaje de arena se me torna blanco, frío en su ardor, como
fósil espectral.
Están los jarales bajos constelados de sus grandes flores vagas, rosas de humo, de gasa, de papel de seda, con las cuatro lágrimas de carmín; y una calina que asfixia, enyesa los pinos chatos. Un pájaro nunca visto, amarillo con lunares negros, se eterniza, mudo, en una rama.
Están los jarales bajos constelados de sus grandes flores vagas, rosas de humo, de gasa, de papel de seda, con las cuatro lágrimas de carmín; y una calina que asfixia, enyesa los pinos chatos. Un pájaro nunca visto, amarillo con lunares negros, se eterniza, mudo, en una rama.
Los guardas de los huertos suenan
el latón para asustar a los rabúos, que vienen, en grandes bandos celestes, por
naranjas... Cuando llegamos a la sombra del nogal grande rajo dos sandías, que
abren su escarcha grana y rosa en un largo crujido fresco. Yo me como la mía
lentamente, oyendo, a lo lejos, las vísperas del pueblo. Platero se bebe la
carne de azúcar de la suya como si fuese agua.
Con ellos nos despedimos hasta septiembre y os deseamos
FELIZ VERANO
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