La BNE propone la celebración de la V edición del Día de las escritoras con el objetivo de reivindicar la labor y el legado de las escritoras a lo largo de la historia. Este año, el tema propuesto es “el esfuerzo cotidiano de las mujeres” y, para ilustrarlo, hemos elegido unos fragmentos de Memorias de un solterón, novela de Emilia Pardo Bazán, en la que destaca un personaje femenino inolvidable: Feíta, una chica que rechaza el papel tradicional que la sociedad de su época reservaba a las mujeres y ansía leer y aprender para poder ser independiente. Un modelo de la lucha y el esfuerzo que protagonizaron un día las mujeres, entre ellas, muchas escritoras ahora célebres.
"Feíta (diminutivo algo injurioso
de Fe), no es linda, aunque, tampoco repulsiva ni desagradable. Su cara,
más que de doncella, de rapaz despabilado y travieso, ofrece rasgos picantes y
originales, nariz de atrevida forma, frente despejada, donde se arremolina el
pelo diseñando cinco puntas que caracterizan mucho la fisonomía. Sobre el labio
superior hay indicios de bozo: no puede llamarse una dedada, sino a lo sumo
leve sombra, que con el tiempo obscurecerá. Sus ojos son chicos, verdes, de
límpido matiz, descarados, directos en el mirar, ojos que preguntan, que
apremian, que escudriñan, ojos del entendimiento, en los cuales no se descubre
ni el menor asomo de coquetería, reserva o ternura femenil. […] Su pelo vive en
perpetua insurrección: es el mambís más rebelde que conozco. Lo lleva corto porque
no la da la gana de dejarlo crecer, ni de sujetarlo formando moño, ni de
enterarse de para qué sirven la tenacilla y el alisador, y cada mechón va por
su lado, unas veces crespos, otras lacios y mohínos, según la temperatura y la
humedad. Los dedos de Feíta son un mapa mundi de manchas de tinta y de
desolladuras y arañazos, porque el día en que a la moza la da la ventolera por
revolver y arreglar la casa, la vuelve patas arriba, desclava y sacude todo,
alfombra ella misma, y se empingorota en una escalera de treinta peldaños para
lavar los vidrios. Sin embargo, los arrechuchos de laboriosidad doméstica no
son en Feíta muy frecuentes. Por lo general paga tributo a otra manía, insólita
y funesta en la mujer: y es su malhadada afición a leer toda clase de libros, a
aprender cosas raras, a estudiar a troche y moche, convirtiéndose en
marisabidilla, lo más odioso y antipático del mundo.
[…] Feíta... con dolor lo declaro... es un monstruo, un fenómeno aflictivo y ridículo, y si Dios no lo remedia... Ha hecho cuanto cabe para salir de su esfera y del lugar que Dios la ha señalado; como si fuese un hombre, ha leído los libros más perniciosos; ha desgarrado velos que conviene a toda señorita respetar, y por efecto de sus disparatadas lecturas y de sus atrevidos estudios, piensa, habla y quiere proceder como procedería una mujer emancipada, y temo que por ella, ¡por ella, sí, y no por las otras criaturas! vamos a ser la fábula de la población. Ahora se le ha metido en la cabeza el mayor de los absurdos: pretende, fundándose en el supuesto de que las mujeres deben ganarse la vida lo mismo que los hombres, dar lecciones a domicilio a los chicos, prepararlos para el bachillerato... ¡qué sé yo! Delirios todo. ¡Y para esta hazaña, quiere salir sola, ir sola adonde se le antoje, volver a la hora que le acomode, disponer de lo que gane, y por este estilo!"
Emilia Pardo Bazán, Memorias de un solterón
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