Durante las últimas semanas se han ido desvelando los premios
nacionales literarios (de Narrativa, de Poesía, de las Letras, etc.). Destacamos en esta entrada, el Premio Nacional de Poesía, otorgado
a Ángeles Mora por su
obra Ficciones para una
autobiografía y el Premio
Nacional de Poesía Joven "Miguel Hernández", concedido a Constantino Molina por su
obra Las ramas del azar. Damos la enhorabuena a ambos y os
proponemos la lectura de alguno de sus poemas:
BUENAS NOCHES, TRISTEZA
La vida siempre acaba mal.
Siempre promete más de lo que da
y no devuelve
nunca el furor,
el entusiasmo que pusimos
al apostar por ella.
Es como si cobrase en oro fino
la calderilla que te ofrece
y sus deudas pendientes
-hoy por hoy-
pueden llenar mi corazón de plomo.
No sé por qué agradezco todavía
el beso frío de la calle
esta noche de invierno,
mientras que me reclaman,
parpadeando,
sus ojos como luces de algún puerto.
Por qué espero el calor que se fue tantas veces,
el deseo
por encima de todas las heridas.
Pero acaso me calma una tibia tristeza
que ya no me apetece combatir.
Todo sucede lejos o se apaga
como los pasos que no doy.
La vida siempre acaba mal.
Y bien mirado:
¿puede terminar bien lo que termina?
La vida siempre acaba mal.
Siempre promete más de lo que da
y no devuelve
nunca el furor,
el entusiasmo que pusimos
al apostar por ella.
Es como si cobrase en oro fino
la calderilla que te ofrece
y sus deudas pendientes
-hoy por hoy-
pueden llenar mi corazón de plomo.
No sé por qué agradezco todavía
el beso frío de la calle
esta noche de invierno,
mientras que me reclaman,
parpadeando,
sus ojos como luces de algún puerto.
Por qué espero el calor que se fue tantas veces,
el deseo
por encima de todas las heridas.
Pero acaso me calma una tibia tristeza
que ya no me apetece combatir.
Todo sucede lejos o se apaga
como los pasos que no doy.
La vida siempre acaba mal.
Y bien mirado:
¿puede terminar bien lo que termina?
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LUCIÉRNAGAS
Escribir en la noche
y sin saber.
Ir encendiendo
palabras
como luciérnagas
en roca árida.
Y sorprendernos,
y no saber
para admirar, así,
cada vez más
su interrogante maravilla.
LAS RAMAS DEL AZAR
Qué bellos se mantienen
viviendo sin cuidados, sin podar,
estos almendros
que el olvido ha cargado
de nuevas ramas.
viviendo sin cuidados, sin podar,
estos almendros
que el olvido ha cargado
de nuevas ramas.
Van creciendo al azar, desatendidas
de la mano del hombre.
Crecen en el desorden armonioso
de la naturaleza,
en búsqueda perpetua tras la vida
y nunca cesan. Crecen
de la mano del hombre.
Crecen en el desorden armonioso
de la naturaleza,
en búsqueda perpetua tras la vida
y nunca cesan. Crecen
y crecen estas ramas
sembradas como están de alados
pájaros,
y la hoja quiere ser ala que vuela
con el aire metido entre sus
pliegues,
y con él se deja ir en el otoño.
Qué bellos se mantienen
estos almendros.
Y, sin embargo,
qué inquietante saber que la belleza
que ahora se les concede
es también la condena
de entregarse a una vida más efímera.
estos almendros.
Y, sin embargo,
qué inquietante saber que la belleza
que ahora se les concede
es también la condena
de entregarse a una vida más efímera.
(De Constantino
Molina, Las ramas del azar,
2014)
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