Fotografia de Sara Santa Daría |
Este año, el IX Concurso de Poesía y Relato corto Francisco
Salinas ha tenido como eje central "los sueños". Os brindamos a continuación la lectura de las obras premiadas en ambas categorías, para que todos podáis disfrutar de ellas.
1) En la modalidad de
Poesía, el ganador ha sido Zakaria Baualam, de 4º ESO A,
con el poema "Mis sueños".
Aquel que está lejos es mi sueño,
cielo, noche y un día nuevo,
y una luz que ilumina nuestros ojos.
Pero eso es como una estrella lejana,
una estrella que me llama desde lejos.
Y pasa el dolor y nada ni nadie nos
teme,
como si fuésemos unos niños nuevos.
Les daría la mano desde lejos.
Tal vez ellos también harían lo mismo.
Y pasan las noches oscuras,
y sigo buscando mi sueño.
Aún sigue siendo tan lejano.
El sueño que está tan lejos,
el sueño que está entre las guerras,
el sueño que está entre los políticos,
el sueño que está en nuestras manos,
el sueño que huye de las armas.
Aquellas armas negras,
donde solo los ciegos saben el camino,
el camino que te lleva a la muerte.
Pero a pesar de todo,
voy y siempre iré, escribiendo sobre las
piedras.
Qué ironía del destino no poder
cambiarlo a mejor,
y dentro de mí, algo que me araña,
diciéndome,
tu sueño se va a ir consiguiendo.
Creo en mis sueños y eso, para mí, es
suficiente.
2) En la
modalidad de Relato corto, la ganadora ha sido Cristina Portal Pérez, de 2º de Bachillerato B, con su relato "Dulce fantasía".
Sueño
que me despierto a tu lado, que tu brazo derecho descansa sobre mi cintura, que
tu pelo se enmaraña con el mío. Un rayo de luz cálido resalta tu bronceado, las
sábanas marcan tu figura y tu respiración se acompasa a la mí; sigo soñando.
Abro
los ventanales y respiro el aire fresco, es un precioso día de verano, lleno de
murmullos marinos y el suave canto de un pájaro nos visita. Apareces acompañada
de ese aroma a café que tanto aprecio, me lo has preparado cuidando cada
detalle y a mí no se me puede escapar más que una sonrisa.
La
luz nos rodea; paz, tranquilidad, amor y soledad. Tú, tan bonita como siempre y
yo, tan enamorada. Todavía queda carmín en tus labios de la noche pasada y
seguramente también queden restos de maquillaje en mi rostro, pero a quién le
importa si tú me llenas dejando caer un suave beso en los labios.
La alarma suena a las 6:45 de la mañana y no me
queda tiempo para holgazanear; ya voy tarde. Ruido, oscuridad, suciedad. La
persiana está rota, medio caída hacia un lado, y deja entrar la luz de los
coches que no paran de pasar, con conductores enfadados en atascos que no dejan
de hacer sonar sus cláxones. La habitación es tan pequeña que me siento
oprimida, muchas noches siento que no puedo respirar.
A mi lado está él, ese monstruo. El maquillaje
no podrá tapar hoy los moratones que rodean mi ojo. Tendré que exponer mi
infierno: me golpeé limpiando el cuchitril que tenemos por hogar, fui demasiado
torpe.
Me visto apresuradamente, feliz porque voy a
verla, porque me sonreirá y arreglará mi día. Antes de salir, echo la vista
atrás. Qué ganas tengo de escapar de ese sombrío lugar.
Apenas llego puntual a mi puesto de trabajo.
Desde la otra esquina de la oficina la veo, coqueta y presumida, sonriendo
tímidamente, aunque poco puedo disfrutar de su visión; pronto una columna de
interminables papeles aparece frente a mí.
La mañana la paso escondiéndome en mis
quehaceres, bajo la mirada de mis compañeros. No puedo sentirme más agobiada;
nadie puede hacer nada, ni quieren intentarlo, solo cotillear sobre lo que me
habrá ocurrido.
El éxtasis de la mañana llega cuando ella se
deja caer por mi sección, depositando una nota en mi escritorio:
Tienes que salir de esa casa
ya, yo te ayudaré a escapar.
Verónica.
Pero la vida no es tan fácil, ojalá fuera
posible. Estoy atada de pies y manos y sin necesidad de una cuerda que me
amarre. Tan herida que lo único que me queda en esta vida son los deseos
inalcanzables y fabulosos.
Me llaman a dirección y es él.
— ¿Cómo se te ocurre aparecer así en el trabajo y ponerme en
esta situación? Solo sabes dejarme en evidencia. Niega cualquier insinuación
sobre si ha sido culpa mía.
— Lo siento, esta vez no pude ocultarlo. No he querido
dejarlo ver.
— Tendré que ser más duro contigo, Bea.
Comencé a temblar, me sentía indefensa,
diminuta, invisible. Dolía casi más por dentro que por fuera. Me había robado
la vida. Mis lágrimas caían involuntariamente y yo estaba presa del miedo y de
la ansiedad.
— ¿Por qué me tienes miedo? Yo me preocupo de ti e intento
cuidarte, solo hago lo mejor para ti, todo esto es por tu bien. — Se acercó
hacia mí, cuidadoso y sonriendo, como en nuestros primeros días donde sus
brazos significaban para mí seguridad. Intentó acariciar mi cara, pero no pude
evitar retirarme y rechazar su tacto. Él se enfadó. — Muy bien, Bea, tú lo has
querido.
Intenté refugiarme.
Era imposible.
Si
vienes a bailar conmigo, te regalo mi canción al oído. Una casa junto al mar, mil
estrellas que contar, un café al despertar, conmigo. Sálvame, Verónica.
Ayúdame.
Enhorabuena a ambos. Y ya sabéis, os esperamos a todos en la décima edición.
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