Fotografía de Sara Santa Daría |
Os invitamos a continuación a disfrutar del relato ganador, cuya autora ha sido Sara Abdelrazek Ragab, de 3º ESO B. Enhorabuena y gracias a todos los participantes.
Las nubes
Llueve.
Siempre llueve. Lo único que saben las nubes es llorar y ocultar la luz del
sol. "¿Por qué estáis tristes?". Cada vez que llueve, les hago la
misma pregunta mentalmente. Una vez les pregunté directamente. Nadie respondió,
es más, me miraron como si estuviera loco.
Hoy les
volví a preguntar lo mismo mientras caminaba por la calle, resguardándome bajo
mi paraguas para evitar mojarme con sus lágrimas. Me gustaría poder ayudarlas,
porque sé lo que se siente al estar triste. Sé cuánto les gustaría que alguien
llegara y las ayudara o al menos las comprendiera.
Yo
solía estar triste. Es verdad que mis lágrimas nunca llegaron a inundar toda
una ciudad como solían hacer las nubes, pero sí inundaron varias veces la tela
de mi almohada por las noches. No sabría explicar por qué estuve triste; quizá
a ellas les pase lo mismo. Lo que sí puedo explicar es por qué ya no lo estoy.
Quizá a todos os venga a la mente una de esas historias clichés, pero esto no
es un cliché. Yo no fui el marginado de clase, tampoco el objeto de burla de
mis compañeros y mucho menos tuve problemas en casa. Yo era normal. Quizá ese
era el problema.
¿Qué es
ser normal exactamente? Un adolescente normal, según muchos, sería una persona
que sigue la norma de moda en los institutos, una norma que sinceramente a mí
nunca me gustó seguir. ¿Por qué parece que todo el mundo sigue el mismo patrón
de vestimenta? Sudadera, en el caso de las chicas corta y en el de los chicos,
gigantes, pantalones vaqueros y vans o cualquier marca de esas que te haga superficial.
A mí me gustaba más el estilo único. Podría parecer un minion, pero al menos no era una marioneta de la sociedad. Y
siguiendo con la definición de ser normal: los gustos. Unos son esto, otros son
lo otro... El caso es que los gustos te definen, y ser "diferente"
siempre estuvo mal visto. ¿Pero quién define qué es lo diferente? Esa pregunta
fue la que seguramente más problemas me provocó.
Yo fui
de esas personas que no se dejaban intimidar, pero que, si las cosas se ponían
feas, se retiraban. Era de esas que prefería estar en su mundo antes que
observar cómo el mundo real se destroza lentamente. Claro que mi mundo no era
ni nunca será una utopía, pero era mi lugar seguro. Allí nadie te juzgaba,
nadie te ponía etiquetas ni tenías que seguir un modelo para ser aceptado. En
mi mundo el matón del instituto es en realidad un chico que no sabe cómo
camuflar sus heridas del pasado y por eso se las causa al resto. En mi mundo
soy un héroe que pretende salvar el mundo indiscretamente, sumergiendo a
las personas en sus humildes historias. Mi mundo no es demasiado, más bien es
un libro. Ahora diréis: ¿un libro? Pues sí. Mi utopía es un libro. Un pequeño
libro donde narro las aventuras de grandes personas que se camuflaban entre los
populares por querer ser aceptados. En mi libro también nombro a las nubes,
porque sin ellas no tendría nunca la suficiente inspiración, porque ellas no
son solo gas en el cielo, también son formas. Quizá son formas que intentan
contarnos alguna historia del pasado, quizá sean personas que vivieron en otros
tiempos y nos observan desde allí. Pero lo inspirador de la lluvia son las
lágrimas. Sus lágrimas, al menos a mí, me sanan el alma. Sonará algo cruel,
pero me tranquiliza observarlas llorar. Porque, ¿quién dice que no están llorando
de alegría? Quizá antes lloraban, ahora puede que sean felices viendo a alguien
seguir su ejemplo. Yo también lloraba, ahora ya no. Aprendí a transformar el
dolor en palabras, y al parecer a la gente le gustó. En mi utopía se empezaron
a sumergir cada vez más personas. Lo que antes eran unos pocos, ahora son
miles. Podría decirse que estoy dejando huella en las redes sociales, ¿pero
acaso importa? Lo que de verdad importa es cuando veo algún comentario en mi
perfil que me anima a seguir adelante. Y lo que más me ayuda a seguir adelante
es saber que ayudo a alguien. Porque aunque no sea demasiado, sé que las
historias ayudan. Yo fui una de esas almas perdidas, y ahora que he encontrado
mi camino siento que mi responsabilidad es ayudar a otras a hacer lo mismo,
seguramente en otras direcciones, pero al final siempre intentaré que sean lo
más felices posible.
Hace
cinco años que vi a las nubes llorar. No fue la primera vez que las vi, sino la
primera vez que las sentí. Ahora que las veo más felices les sonrió cada vez
que puedo. Les debo más de lo que alguna palabra pueda expresar.
Ahora,
mientras camino bajo sus lágrimas de posible alegría les sonrío. Les sonrío
como muestra de gratitud. Hoy es mi primer evento como escritor y nunca podría
estar más feliz. Pero además, hoy celebro que por fin he descubierto que en
realidad no soy normal. No soy normal no porque sea mejor que el resto, sino
que, al contrario que ellos, he encontrado mi lugar en la sociedad sin tener
que rebajarme a cambiar por ello, sino siendo yo mismo. Y soy yo mismo porque
aquel día de febrero decidí dejar caer aquella máscara que todos solíamos
llevar y empecé a pintar el mundo de un color distinto al resto. De mi color.
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