30 de noviembre de 2022

Jordi Sierra i Fabra: 50 años

© Francesc Gómez

Jordi Sierra i Fabra: 

50 años creando historias… 

y sueños

Este año se han cumplido 50 años de la publicación del primer libro de Jordi Sierra i Fabra, 1962-72, Historia de la música pop. Y queremos rendirle homenaje por tantos sueños que nos ha regalado con sus historias, de la manera que creemos sería más de su agrado, releyendo su obra, de la que tenéis disponible una selección con sus títulos más emblemáticos en la biblioteca.

Jordi Sierra i Fabra soñó con ser escritor desde pequeño. Era tartamudo pero se dio cuenta de que cuando escribía no trastocaba las palabras. Así que inició un camino de lucha hasta conseguir su gran sueño: publicar su primer libro, a los 25 años.

En la actualidad tiene más de 500 libros publicados, entre obras de ficción y ensayos divulgativos, y es uno de los autores españoles más conocidos. Ha recibido muchísimos premios, entre otros, el Premio Gran Angular 1982 por …en un lugar llamado Tierra, el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por Kafka y la muñeca viajera, el Premio El Barco de Vapor por Historia de un segundo, el Premio Cervantes Chico por el conjunto de toda la obra y el compromiso cultural de las Fundaciones Jordi Sierra i Fabra en España y Colombia, el Premio Anaya por Parco, el Premio Iberoamericano de LIJ por el conjunto de la obra, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, o el Premio Lazarillo 2019 por Como lágrimas en la lluvia.


Este año ha publicado también su biografía y ha elegido el formato del cómic, junto al dibujante Carlos Moreno, con quien firma una historia conmovedora, El largo y tortuoso camino.

Además, en su página web sierraifabra.com podéis encontrar más información sobre las iniciativas que ha llevado a cabo a lo largo de estos años, entre las que destacan:

- La Fundación Jordi Sierra i Fabra, un centro de estudios, biblioteca infantil y juvenil, local de conferencias, etc. para ayudar a jóvenes escritores.

- El Premio Literario Jordi Sierra i Fabra para Jóvenes.

18 de noviembre de 2022

Centenario de la muerte de Marcel Proust

 Seguimos con esta semana de centenarios y lo hacemos hoy homenajeando a Marcel Proust (1871-1922) con un fragmento de En busca del tiempo perdido, la obra cumbre de las letras francesas del siglo XX; concretamente, aquel en el que aparece la más famosa “magdalena” de la historia de la literatura, que le despierta al protagonista de Por el camino de Swann los olvidados recuerdos de su infancia:

“Hacía ya muchos años que no existía para mí de Combray más que el escenario y el drama del momento de acostarme, cuando un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té. Primero dije que no; pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en, mucho, y no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago, que no me dice más que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos. Ya es hora de pararse, parece que la virtud del brebaje va aminorándose. […]

Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tilo, los domingos por la mañana en  Combray (porque los domingos yo no salía hasta la hora de misa), cuando iba a darle los buenos días a su cuarto. Ver la magdalena no me había recordado nada, antes de que la probara; quizá porque, como había visto muchas, sin comerlas, en las pastelerías, su imagen se había separado de aquellos días de Combray para enlazarse a otros más recientes […] Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo,  cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más, persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo.”

Marcel Proust, Por el camino de Swann

16 de noviembre de 2022

Centenario de José Saramago


   Rendimos homenaje al escritor portugués José Saramago, nacido en Azinhaga, el 16 de noviembre de 1922. Con motivo de su centenario, recordamos algunas de las obras más famosas de este autor: Memorial del convento, El Evangelio según Jesucristo, La caverna o Ensayo sobre la ceguera entre otras muchas, por las que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1998. El jurado destacó su capacidad para «volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía».


   Os proponemos la lectura de un fragmento de Ensayo sobre la ceguera (1995), novela en la que el autor describe una parábola de lo que significaría una epidemia en la historia de un país. Después de la experiencia vivida recientemente con la pandemia de Covid, la obra adquiere una nueva dimensión. 

“Al fin se encendió la señal verde y los coches arrancaron bruscamente, pero enseguida se advirtió que no todos habían arrancado. El primero de la fila de en medio está parado, tendrá un problema mecánico, se le habrá soltado el cable del acelerador, o se le agarrotó la palanca de la caja de velocidades, o una avería en el sistema hidráulico, un bloqueo de frenos, un fallo en el circuito eléctrico, a no ser que, simplemente, se haya quedado sin gasolina, no sería la primera vez que esto ocurre. El nuevo grupo de peatones que se está formando en las aceras ve al conductor inmovilizado braceando tras el parabrisas mientras los de los coches de atrás tocan frenéticos el claxon. Algunos conductores han saltado ya a la calzada, dispuestos a empujar al automóvil averiado hacia donde no moleste. Golpean impacientemente los cristales cerrados. El hombre que está dentro vuelve hacia ellos la cabeza, hacia un lado, hacia el otro, se ve que grita algo, por los movimientos de la boca se nota que repite una palabra, una no, dos, así es realmente, como sabremos cuando alguien, al fin, logre abrir una puerta, Estoy ciego.

[…]La ocurrencia había brotado de la cabeza del ministro mismo. Era, por cualquier lado que se la examinara, una idea feliz, incluso perfecta, tanto en lo referente a los aspectos meramente sanitarios del caso como a sus implicaciones sociales y a sus derivaciones políticas. Mientras no se aclarasen las causas, o, para emplear un lenguaje adecuado, la etiología del mal blanco, como gracias a la inspiración de un asesor imaginativo la malsonante palabra ceguera sería designada, mientras no se encontrara para aquel mal tratamiento y cura, y quizá una vacuna que previniera la aparición de casos futuros, todas las personas que se quedaran ciegas, y también quienes con ellas hubieran tenido contacto físico o proximidad directa, serían recogidas y aisladas, para evitar así ulteriores contagios que, de verificarse, se multiplicarían según lo que matemáticamente es costumbre denominar progresión geométrica. Quod erat demonstrandum, concluyó el ministro. En palabras al alcance de todo el mundo, se trataba de poner en cuarentena a todas aquellas personas, de acuerdo con la antigua práctica, heredada de los tiempos del cólera y de la fiebre amarilla, cuando los barcos contaminados, o simplemente sospechosos de infección, tenían que permanecer apartados cuarenta días, Hasta ver. […] Ahora hay que decidir dónde los metemos, señor ministro, dijo el presidente de la Comisión de Logística y Seguridad, nombrada al efecto con toda prontitud, que debería encargarse del transporte, aislamiento y auxilio a los pacientes, De qué posibilidades inmediatas disponemos, quiso saber el ministro, Tenemos un manicomio vacío, en desuso, a la espera de destino, unas instalaciones militares que dejaron de ser utilizadas como consecuencia de la reciente reestructuración del ejército, una feria industrial en fase adelantada de construcción, y hay también, y no han conseguido explicarme por qué, un hipermercado en quiebra, Y, en su opinión, cuál serviría mejor a los fines que nos ocupan, El cuartel es lo que ofrece mejores condiciones de seguridad, Naturalmente, Tiene, no obstante, un inconveniente, es demasiado grande, y la vigilancia de los internos sería difícil y costosa,[…]” 

José Saramago, Ensayo sobre la ceguera

#Nuestrosalumnosrecomiendan Ensayo sobre la ceguera

9 de noviembre de 2022

5 libros de Luis Landero

 

Luis Landero

Premio Nacional de las Letras Españolas (2022)

El escritor Luis Landero ha ganado el Premio Nacional de las Letras 2022 "por ser un extraordinario narrador, creador de numerosas ficciones con personajes y atmósferas de gran expresividad y excelente escritura recuperando la tradición cervantina con dominio del humor y la ironía e incorporando con brillantez el papel de la imaginación".

Seleccionamos 5 obras que nos parecen imprescindibles para acercarse a este magnífico novelista: 

Digno heredero de la tradición cervantina, irrumpe en la literatura española con Juegos de la edad tardía (1989), una novela protagonizada por un héroe desdichado con la que consiguió el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la crítica en 1990.


Gregorio Olías es un oficinista gris que ya ha enterrado todos sus anhelos de una intensa vida amorosa e intelectual cuando, un día, conoce por teléfono a Gil, hombre modesto, maduro también, que, lentamente, consigue resucitar en Gregorio sus sueños juveniles. Y, en un fascinante ejercicio quijotesco, tiene lugar la metamorfosis de Gregorio en Faroni, personaje triunfador, culto, apuesto y audaz en el amor. 

Otra característica de sus novelas es el elemento autobiográfico, presente en El guitarrista (2002) o en sus obras El balcón en invierno (2014. Premio Libro del Año del Gremio de Libreros de Madrid) o El huerto de Emerson (2021), donde se combinan con el elemento literario: estos dos últimos libros son un viaje a su propio pasado a través de los recuerdos y las lecturas de su propia vida.


  

Su obra más exitosa ha sido, sin duda, Lluvia fina, una novela sobre los oscuros sentimientos y resentimientos que puede albergar cualquier familia.

Tras mucho tiempo sin apenas verse ni tratarse, Gabriel decide llamar a sus hermanas y reunir a toda la familia para celebrar el 80 cumpleaños de la madre y tratar así de reparar los viejos rencores que cada cual guarda en su corazón, y que los han distanciado durante tantos años. 

24 de octubre de 2022

Día de las Bibliotecas 2022

Cartel conmemorativo de la ilustradora y autora de cómics gallega Xulia Vicente.


BiblioTEcuida

La edición de este año, bajo el lema “BiblioTEcuida”, se centra en destacar el papel de las bibliotecas de diferente tipología como espacios libres y abiertos que, a través de sus diversos servicios y recursos, se preocupan por atender las necesidades de sus usuarios:

La promoción de la lectura es la primera de ellas: las bibliotecas son espacios para la lectura. Una lectura que acompaña, que entretiene y que enriquece.

Una lectura que cura: la lectura tiene un impacto directo tanto en el desarrollo y mantenimiento de las capacidades cognitivas como en el bienestar y la salud mental. Las actividades de biblioterapia llevadas a cabo por bibliotecas están ayudando a mejorar la salud de las personas que participan en ellas.

En el medio rural, los bibliobuses acercan la cultura a sus habitantes y las bibliotecas son un núcleo a partir del cual las comunidades rurales se fortalecen y crean arraigo, cuidando por tanto esas poblaciones.

Además, las bibliotecas cuidan tanto el acceso a la información como su veracidad, desempeñando un papel frente a los bulos y la desinformación.

Por ello son un apoyo necesario para la formación, el aprendizaje y la investigación. También son una ayuda imprescindible para profesores, estudiantes e investigadores, asistiendo a la comunidad educativa y contribuyendo al fomento de la investigación científica.

Por último, las bibliotecas también cuidan y protegen nuestro patrimonio documental para que podamos legarlo a las generaciones futuras.

17 de octubre de 2022

Día de las escritoras 2022


“Antes, durante y después de las guerras”

“Un año más recuperamos la palabra de mujeres escritoras que en sus textos reflejan sentimientos, búsquedas y luchas. Mujeres valientes cuya obra, en muchas ocasiones, ha sido ignorada. Rescatar hoy su voz es un acto de justicia y reconocimiento hacia todas ellas.[…] El lema de este año es un homenaje al papel fundamental que han cumplido en situaciones de conflicto bélico y ayuda a reflexionar y contemplar con otros ojos una situación de sufrimiento, pero también de generosidad y compromiso”.

Ana Santos Aramburo, directora de la BNE

Este año os proponemos una selección de textos de algunas novelas de autoras españolas que han escrito sobre las guerras y han reflexionado sobre las mujeres que viven y sobreviven a ellas, en circunstancias tan diferentes como estas que a continuación os presentamos:



Blanca Álvarez, Palabras de pan 

"Por un instante, Santiago piensa que las mujeres de su vida le han regalado, entre otros muchos presentes, la sabiduría. Comenzando por las oraciones profanas de aquella abuela cubana y melancólica; la madre, fuerte como una torre, que preparó su pobre maleta de cartón y lo animó a buscar otras tierras cuando su padre, pescador, no regresó del mar: la frágil maestra, su Alondra, que inundó su vida con libros y amor… Y ahora, una niña ciega y desconocida capaz de extraer de su alma reseca un nuevo estertor de esperanza.

Las mujeres.

Sabe que el mundo siempre estará en deuda con ellas, capaces de engendrar vida y arroparla, de cultivar trigo y amasar pan, de curar con sus manos y su vigilia, de poner risa y esperanza sobre las ruinas y el desastre. Capaces de conducir hacia la salida del laberinto. Las mujeres.”



Almudena Grandes,

Episodios de una guerra interminable:

Inés y la Alegría 

“Dolores piensa en él todos los días, todas las noches, a todas horas, y siempre lleva alguna foto suya encima. Aunque, quizás, sus fotos son muy distintas de las que llevan en el monedero otras personas en la misma situación, y en todas hay un estrado, una mesa, unos micrófonos, un retrato de Marx, otro de Lenin, y demasiada gente alrededor. Quizás, ni siquiera tiene una foto a solas con él, una foto clandestina, relajada, en la sobremesa de una comida o ante un mirador, esas fotos panorámicas de mala calidad que suelen hacerse los amantes ante la balaustrada de un puente o la silueta de una montaña, el brazo de él sobre el hombro de ella, dos sonrisas idénticas y nada más, fotos de esas que tiene todo el mundo. Alguna tendría o quizás no, quizás ni siquiera eso, y sólo puede mirar sus recuerdos, repasar una y otra vez las imágenes congeladas, inmóviles, cada vez más pálidas, de aquel amor que floreció bajo las bombas para reflejarse en el espejo de su propia inquietud.”



Ana Alonso, Los colores del tiempo

“Estaba en ello cuando llamaron al timbre y, sin esperar a que le dieran paso, entró la inspectora, doña Mercedes.

Era la primera vez que Adela la veía en persona, porque la acababan de nombrar. Se trataba de una mujer alta, con el cabello castaño peinado en ondas y facciones algo masculinas. El conjunto granate que llevaba era de corte muy moderno, como los que se veían en las películas americanas más recientes. Caminaba y gesticulaba con desenvoltura.
—Adela Cruz. Ya tenía yo ganas de conocerla —saludó, estrechándole brevemente la mano—. Me han hablado mucho de usted. Niñas, siéntense mientras hablo con su maestra. Saquen todas el libro y los cuadernos y pónganse a repasar.
Las niñas se miraron unas a otras. Lucía dejó la pizarra y corrió a su pupitre.
—Es que no tienen libro —explicó Adela—. Como es un barrio humilde, cuesta mucho que las familias se gasten el dinero, así que utilizamos otros métodos.
—La escuela sin libros. —La inspectora la miró frunciendo levemente sus finas cejas—. Una metodología muy moderna.

—Usamos mucho los libros, de todas formas —se justificó Adela, y guio a la mujer hacia el armario con cristalera que hacía las veces de biblioteca—. Todos los días leemos en voz alta.

—¿Y qué leen?

—Un poco de todo. El Quijote, fábulas…

Mientras Adela hablaba, doña Mercedes abrió el armario de los libros y comenzó a examinarlos.
—El Catecismo también, supongo.

—Por supuesto. Todos los días.

La inspectora levantó la vista hacia Adela. Sus largas pestañas oscuras le otorgaban a su mirada una intensidad aterciopelada.

[…]
Siguió paseando por la clase, despacio, mirándolo todo. Sus tacones resonaban contra el ennegrecido suelo de madera.

—Lo tiene bastante limpio —observó.

—Las niñas barren la escuela con serrín todos los días. Y los pupitres los fregamos una vez al mes. A no ser que caiga alguna mancha de tinta. Entonces, procuramos limpiarla enseguida.
Adela caminaba detrás de doña Mercedes, pendiente de sus movimientos. La inspectora se detuvo ante uno de los carteles con muestras caligráficas que decoraban las columnas.

—¿Los ha hecho usted?

—Sí. Distintos tipos de caligrafía, para que las niñas practiquen.
La inspectora asintió con una mueca aprobadora que casi llegaba a ser una sonrisa.
—¿Y tiene material? ¿Le hace falta algo? No he visto en su mesa la palmeta.

—Se cayó un día a la estufa —contestó una de las niñas.

[…]
—¿Es verdad? —preguntó con una sonrisa irónica—. ¿Quemó la palmeta?
Adela le sostuvo la mirada.

—Pues sí. Debió de ser un día que no tiraba la estufa y no teníamos nada más para quemar. Ya sabe que algunas veces nos mandan bastante escaso el carbón. Hay que aprovechar lo que se pueda.

La respuesta sonó a mofa, y Adela intentó suavizarla con una sonrisa. No entendía por qué había dicho aquello; le había salido así, sin pensar. Debería haberse limitado a asentir, sin dar ninguna explicación.”

Podéis encontrar estas y otras novelas, también ambientadas en diferentes guerras, en la vitrina del vestíbulo de la biblioteca:


Y NO OS PERDÁIS LOS PRECIOSOS CARTELES QUE HAN HECHO VUESTROS COMPAÑEROS DE 1º Y 2º DE ESO: